PRESENTACIÓN DEL BLOG

Saludos a todos aquellos que se hayan decidido a entrar y curiosear en este blog.

Aquí voy a hacer públicos mis escritos, cuentos cortos, relatos, novelas, historias, y todo aquello que se me ocurra.

Sólo espero que al menos sirva para haceros dormir...




lunes, 7 de noviembre de 2022

ACECHO EN LA NOCHE

 Algo me sobresalta y me despierta en mitad de la noche. 

Con el corazón galopando en mi pecho, a punto de salir por la boca, me incorporo en la cama, temblando y sudando.

Un rayo seguido de un estruendoso trueno me hacen tomar conciencia de la tormenta. El ambiente está electrificado, mi vello y mi piel desprenden chispas al más mínimo roce.

Es verano, tengo todas las ventanas abiertas y la casa se llena de un fantasmagórico juego de oscuridad y luces blancas y azules, al tiempo que los ensordecedores truenos hacen temblar los cristales con un siniestro tintineo que me llena de angustia.

Sigo el básico instinto de darle al interruptor de la luz. Clic – clic – clic… Pero la habitación sigue en tinieblas, sólo rasgadas por las cegadoras luces de la tormenta. Se ha ido la luz, como casi siempre que hay tormenta.

Me levanto a tientas de la cama y voy a buscar una vela o una linterna. Recuerdo que las guardé en algún armario de la cocina. Para tenerlas a mano en caso de necesitarlas por la noche, como ahora.

Empiezo a abrir armarios y a tantear con la mano. Siempre me pasa igual: las guardo para que no se pierdan y cuando las necesito no puedo encontrarlas.

De pronto, una ráfaga de viento se cuela por las ventanas, abiertas de par en par, barre la casa y me hace llegar un casi imperceptible ruido. Un ruido ajeno al viento y la tormenta.

Agudizo el oído, intentando aislar el fragor de la tormenta de ese sonido.

Me quedo muy quieto y escucho con más atención. El ruido se reproduce, como un suave roce, y parece que se aproxima. No tardo en identificar qué es lo que produce este ruido. Son pasos, leves y silenciosos, pero puedo percibir cómo se aproximan a mi, con lentitud, pero sin detenerse.

Noto una presencia, me siento observado por unos ojos que traspasan la oscuridad. Un escalofrío me recorre la espalda y todo mi vello se eriza.

A pesar de que soy una persona coherente, en estos momentos todas mis alarmas se han disparado. El miedo me paraliza y la angustia atenaza mi corazón, que sigue latiendo aún más desbocado.

—¿Hay alguien? —Una pregunta que me podría haber evitado. Aunque hubiera alguien en la casa, ¿qué iba a contestar? Tranquilo, sólo soy un ladrón que ha entrado a robar un poco. Me marcho en seguida… O… sólo soy un monstruo que va a despedazarte… La histeria se ha apoderado de mí. 

No se puede ser tan paranoico. Intento tranquilizarme un poco.

Vuelvo a escuchar con atención. 

Por un momento cesan los ruidos. Sólo los truenos que hacen temblar el aire, y los fantasmagóricos juegos de luz de los rayos bailan por toda la casa. Tal vez todo hayan sido imaginaciones mías...

—¿Dónde demonios guardé la linterna y las malditas velas? —me pregunto desesperado.

Con la siniestra luz de los rayos sigo tanteando armarios. 

Y vuelven los ruidos. Además de los pasos, percibo con toda claridad una respiración ronca y profunda. Ahora tengo la certeza de que no estoy solo. Y sea lo que sea, cada vez está más cerca de mi.

Un potente rayo ilumina la cocina por unos instantes con su luz azulada.

La sangre se me hiela en las venas y mi cuerpo se paraliza.

En esos breves instantes puedo ver una gran sombra informe allá mismo, a pocos pasos de mi, acechándome.

—¡Por Dios! ¿Y las velas?

Me vence la desesperación. Quisiera salir corriendo, pero aquello, sea lo que sea, se interpone en mi camino.

En este preciso momento vuelve la luz.

—¡Fausto! ¡Maldita sea! ¡Eres el perro más estúpido que he visto en mi vida! ¡Menudo susto me has dado!

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